Cuando tenía 19 años, una amiga
comenzó a hablarme sobre la minería. Entre otras cosas, me enseñó que la minería
es una actividad económica que realizan grandes empresarios internacionales en
nuestro país para extraer metales o piedras valiosas. En esta actividad, estos
empresarios “contaminan nuestros recursos naturales, y saquean nuestras
riquezas”. Poco a poco fui conociendo los proyectos mineros que se llevan a
cabo en Argentina y la lucha de algunos pueblos para evitar que se instalen
estos empresarios a realizar esta actividad a nuestro país.
En aquel proceso, aprendí que algunos
proyectos mineros consumen una gran cantidad de agua y de energía, detonan el
suelo y las montañas, contaminan las cuencas y los ríos con metales pesados, y se
quedan con grandes ganancias, dejándole un mínimo porcentaje al estado nacional
y a los estados provinciales. Por la contaminación que generan algunas de estas
actividades, en algunos países de Europa se prohibió la minería a cielo
abierto, y los pueblos de Esquel y La Rioja rechazaron que se instalen proyectos
de este tipo en esas regiones.
Lo último que leí fue la opinión
de un especialista que señalaba que no hay que apoyar o rechazar todos los
proyectos en general, sino estudiar cada uno en forma particular, y evaluar si resulta
viable, económica y ambientalmente, realizar un proyecto minero en determinado
lugar.
Hasta ese momento, lo único que
vinculaba la minería con el Departamento
Río Hondo, Santiago del Estero, eran las denuncias que señalan que una minera
de Catamarca, contamina el canal DP2 que alimenta la Cuenca Salí Dulce y el
embalse Río Hondo con metales pesados, provocando que las personas o animales
que consumen el agua adquieran graves enfermedades.
La Minería llegó hace rato
Este mes tuve la oportunidad de
comprobar que la minería llegó hace rato a este departamento y a esta provincia.
La minería que se realizó y se lleva a cabo en esta zona, no tiene las
dimensiones que posee en otras zonas del país, y tiene sus particularidades.
Estos lugares, conocidos como
“canteras”, se pueden encontrar a la vera de las rutas nacionales o
provinciales, o en el interior de los departamentos.
En la localidad de Chañar Pozo,
paraje ubicado a 20 kilómetros de la ciudad termal, se instalaron empresarios
canadienses e hicieron funcionar uno de estos proyectos. Aunque la actividad
cumplió su ciclo en el lugar, -ya que se extrajeron las piedras que estaban en
la superficie - los empresarios y el personal que trabajaban en el lugar, se
trasladaron hacia otro proyecto.
“Santiago del Estero es una
provincia rica en piedras –contó una de las personas que trabaja en uno de los
proyectos mineros de la provincia-. Acá se encuentra yeso, sulfato de calcio,
lajas, piedras coloradas, y todas estas piedras se utilizan como fertilizantes
naturales o para elaborar otros productos”.
En este caso, la mayoría de los
proyectos ubicados en esta zona extraen yeso agrícola, “un fertilizante
natural” que se usa, sobre todo, en las tierras en las que se cultiva soja. En
las “canteras”, el personal utiliza grandes maquinarias para extraer las
piedras, luego las cargan en la “moledora”, de donde se extrae polvo, grano y
descarte. Finalmente las introducen en bolsas que luego transportan hacia
distintas provincias argentinas y Paraguay.
Analizando los pros y los contras
de la actividad, de acuerdo a los datos provistos por uno de los integrantes, se puede señalar que uno de los proyectos
generó fuentes de trabajo para 20 familias de la zona, y se compran las
provisiones y los repuestos en negocios locales. Sin embargo, aunque no se usan
agua ni explosivos, para construir los predios se desmontan las zonas.
“Una prueba de que, por lo menos
esta empresa, no usa explosivos es que, cuando se agotaron las piedras en la
superficie, los empresarios y los trabajadores tuvieron que trasladarse a otro
lugar, porque para seguir extrayendo tenían que profundizar en la tierra y con
maquinas esto se hace muy costoso, y ya no resulta rentable”.
Finalmente el yeso agrícola se
exporta a distintas provincias del país y a Paraguay. “Al exportar generamos un
gran movimiento económico en lo que se conoce como Aduana Seca, porque pagamos
los impuestos correspondientes en cada lugar”.
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